Grecia oculta
Un viaje diferente

Βόλτα στον Αχέροντα
Description: Βόλτα στον Αχέροντα
Image copyright: My Own Photo 2007

Vivir en un país extranjero me ha convencido que, para la mayoría de la gente, Grecia es conocida por su historia y sus islas. Sobre el primero, no es de extrañar, ya que la educación en varios niveles está permeada por historias sobre los logros de los griegos antiguos. Sobre las islas, tanto el cine como la música y -¿porqué no? - los cruceros y las postales han fomentado una imagen de casas bañadas por el sol, blancas con el mar azul lamiendo sus pies.

Así la imaginan o la han visto mis amigos mexicanos y me cuesta trabajo convencerlos de que ésta no es la Grecia de mi propia experiencia. Por lo tanto, se me va a permitir hablar de un viaje a Grecia que no contenga ni mar ni casas blancas. Hablaré de un viaje a ríos y montañas, con edificios hechos de piedra, ásperos e imponentes. Pero no puedo evitar mencionar la historia, pues en este país debajo de cada árbol se pueden encontrar mitos y ninfas que aún duermen.

La región donde nací se llama Epiro y está en el norte del país. Sé que no soy objetiva, pero es la región más bella de mi país. Está llena de montañas, ríos, bosques y playas con las aguas profundas y frescas del mar Jónico.

Los antiguos habían ubicado aquí el Oráculo de Ades, el dios que reinaba en las tinieblas de la muerte y lo llamaron “nekiomancia”. Hacia este oráculo peregrinaban los que querían encontrarse con sus difuntos. Todavía hoy en día se queda uno extrañado ante la construcción del santuario, formado con muros hechos con piedras enormes. Entrando al santuario, caminas sobre la calle principal con las posadas para los visitantes, las bodegas para los alimentos, las habitaciones de los sacerdotes y de los artesanos. Las vasijas donde encontraron restos de trigo y aceite son tan grandes que cabría sin ningún problema un ser humano ahí adentro. Los peregrinos se hospedaban en esta zona y comían alimentos especiales preparándose para el encuentro con sus difuntos.

Días después, cuando había concluido su proceso de iniciación a los misterios, esta calle que rodea el templo principal, los conducía hacia el laberinto – edificación construida en efecto como un laberinto a través del cual uno llegaría a este espacio limítrofe entre dos mundos: este de arriba, aquel de abajo… Así se conducían al templo principal, donde los esperaba el sacerdote para acompañarlos al santuario más secreto de todo el mundo antiguo griego: una sala grande, subterránea, húmeda, con grandes nichos en sus paredes laterales y una roca enorme partida en dos en el fondo, el lugar que se abría para recibir las sombras de los que habían bebido el agua del olvido y detrás, el can Cerbero. Hoy en día sigue siendo un espacio místico y extraño.

Pero, ¿de dónde llegaban hasta aquí las sombras de los difuntos? El barquero, que atravesaba el río Aceronte recibía su pago y los conducía hasta aquí. Uno se imaginaría un río oscuro, un río de lamentos con las almas esperando su turno para pagarle a Caronte y poder entrar a su balsa hacia el reino de Ades…

pero ¡no es así! Es un río bello, azul, con aguas limpias, frescas y cristalinas, que en verano se puede caminar o nadar sobre él para llegar hasta las fuentes de donde brota el agua de las montañas verdes que lo rodean: huele a mirto, tomillo y orégano. Es una caminata larga, de dos horas, llena de olores, aguas frescas y bosques.

¿Un lugar de Ades? ¡No, no! Un sitio exclusivo, una Grecia oculta por el turismo de las playas donde la gente se amontona como en colmenas y donde reina el olor a coco de los protectores solares. Una Grecia que recomiendo a todos mis amigos: visiten las islas, son maravillosas, vayan a Atenas - ¿cómo no? -, pero no olviden de incluir a su viaje un sitio continental, porque percibirán un lado diferente. Las ninfas, los dioses-ríos y el dios Pan nacieron tierra adentro…
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